sábado, 12 de marzo de 2011

¡Que pena con nuestra Cancillería!

El servicio diplomático de Venezuela da pena. No es solamente que a Isaías Rodríguez, el ex fiscal general de la República (sí, el mismo del caso Anderson, entre otros), lo hayan “regresado” de la embajada de España, meses después de su renuncia al cargo para optar al puesto de magistrado del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), donde no quedó. No es lo del “despido colectivo” de más de 21 funcionarios del consulado venezolano en la ciudad estadounidense de Miami, por presuntos hechos de corrupción y faltas al decoro público. Tampoco es lo de la embajadora en El Líbano, que inauguró con dinero de la misma embajada, un restaurante con el nombre de Hugo Rafael Chávez Frías, o lo de la venta de visas venezolanas a ciudadanos chinos en Hong Kong, o lo del robo de obras de arte rusas por un embajador nuestro en esa Federación, o que el vicecanciller para África y Oceanía, esté abriendo embajadas a más no poder en esos continentes y colocando amigos y familiares.Tampoco es que los empleados del MRE no reciben aumentos desde el 2005, y los jubilados de esa institución tienen 4 meses sin cobrar su dinero... Es todo esto y mucho más.

Es la pobreza de los funcionarios que representan a nuestro país en el exterior. No me refiero a pobreza económica o monetaria, porque ahí no está el problema (hasta los momentos). Me refiero a la calidad del servicio que deben prestar; a su trabajo pues. Me refiero a la pobreza cultural, de intelecto, de conocimientos del país a donde van a ejercer sus funciones. Realmente dan pena cuando hablan, cuando se expresan ante otros embajadores, (si es que logran hacerlo ya que muchos ni siquiera balbucean lo elemental del idioma a donde van a ejercer su trabajo), ante otros conciudadanos.

Pareciera que lo único que saben es hablar bien del régimen actual. Pareciera que lo que les interesa es colocarse en un cargo donde les van a pagar en dólares o euros. Un cargo donde van a trabajar en un horario cómodo, donde las responsabilidades se dejan de lado. Donde el promover al país y sus beneficios no es importante; lo importante es trabajar poco, desprestigiar el nombre del país al cual representan y poner la cómica ante la opinión pública mundial. En dos platos, promover la revolución bolivariana.

Tampoco les interesa atender y defender a sus connacionales. Más bien, la idea es maltratarlos, no prestarles mayor atención (más si son personas que han expresado su rechazo al gobierno de Hugo Rafael Chávez Frías). Me tocó conocer el caso de un familiar que vive en Australia, específicamente en Brysbayne, y que no pudo presentar a sus hijos en la delegación venezolana, ya que nunca tenían tiempo para otorgarle una cita, y cuando lo logró, no había pasaportes. Total, sus hijos son australianos, aunque sus orígenes sean venezolanos.

Por ejemplo en ninguna embajada hay máquinas para renovar las cédulas de identidad. En muchas embajadas y consulados no hay papel sellado, ni muchos documentos o papelería indispensable para estas funciones…Pero sí hay cuadros y fotografías de Hugo Chávez hasta el cansancio. Qué se puede pedir o exigir, si el primero que pone, como decimos en criollo, “la torta” es el mismísimo canciller Nicolás Maduro ¿Qué sabe Maduro del tema; cuál es su aval para desempeñar ese cargo y cuál es su trayectoria diplomática? Simplemente ninguna. Es una “ficha” del presidente Chávez; un aliado incondicional, que se ha encargado de botar a los diplomáticos y demás funcionarios de carrera del MRE para colocar a chavistas “deseosos de conocer mundo”.

El objetivo de Maduro es simple: exportar la revolución chavista, premiar lealtades políticas y a amigos del proceso. Por eso es que nuestro servicio exterior es el hazmerreir en el mundo y por eso, nuestros funcionarios diplomáticos lo que dan es vergüenza.

Justamente esta semana nuestra cancillería ha puesto la cómica a nivel internacional una vez más. Lo del consulado en Miami, ciudad donde reside quizás el mayor número de venezolanos en el exterior, y donde se conoció de presuntos cobros para obtener o renovar el pasaporte (algo que parece que ya era una costumbre) y que, unido a videos sobre fiestas ¿eróticas? Y aseveraciones en video también, de uno de los funcionarios de ese consulado de que era “fan de las películas pornográficas”, obligó a nuestra cancillería destituir a más de 21 funcionarios, y la consiguiente renuncia del cónsul.

Luego la “destitución” del ex embajador en el reino de España, Isaías Rodríguez y toda esa novela palurda de que renunció, se despidió del presidente del gobierno español y de los reyes. Y como no fue elegido magistrado del TSJ, se devolvió a Madrid, como si no hubiese pasado nada. ¡Que pena con ese señor!

¿Es que no tiene el canciller Maduro la autoridad para poner orden a sus embajadores. No hay un equipo de seguimiento de las funciones de nuestros representantes en el exterior, y que le notifique al ministro lo que pasa (bueno o malo), en nuestras delegaciones? Realmente verguenza me da nuestra cancillería. Ver en manos de quien está la dirección de la misma, y de quienes nos representan, me lleva a expresar con tristeza y amargura: ¡Qué pena con nuestro servicio diplomático!

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